14/2/12

··· CRUDA / RAW (1988)

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CRUDA
Pecado de omisión 1
Tecnica mixta a base de arena, polvo de barrer, pigmentos y cola sintética sobre tela.
54 x 108 cm.
antoni socías, 1988







CRUDA
Pecado de oimisión 2
Tecnica mixta a base de arena, polvo de barrer, pigmentos y cola sintética sobre tela.
54 x 108 cm.
antoni socías, 1988





CRUDA
Antoni Socías, 1988   /   Asesor espiritual: Rafael Alomar Company   /   Proceso de trabajo que comprende diez piezas definitivas   /   Medidas: 54 x 108 cm   /   Técnica mixta utilizando arena, polvo, pigmentos, cola sintética i fotografía sobre tela y madera

CRUDA.- Adj. (lat. Crudum). Dícese de los comestibles que no están preparados por medio de la acción del fuego, y también de los que no lo están hasta el punto conveniente. / Dícese del tiempo muy frío y destemplado. / Dícese de los alimentos de difícil digestión. / Fam. Fanfarrón, pendenciero. / Dícese de la fruta que no está en sazón. / Que no ha sufrido la preparación necesaria para su uso.



RAW

Antoni Socías, 1988   /   Spiritual advisor: Rafael Alomar Company   /   Work process comprising ten final pieces   /   Dimensions: 54 x 108 cm   /   Mixed media using sand, dust, pigments, synthetic glue i photograph on canvas and wood.

RAW.-Adj. (lat.) (Crudum). He said were of foodstuffs which are not prepared by the action of fire, and also of those who are not so convenient. / Jesus said is destemplado and very cold weather. / Jesus said is difficult to digest food. / Fam. Boastful, quarrelsome. / Jesus said be the fruit is not in season. / That it has not undergone the necessary preparation for use.



CRUDA
Pecado de oimisión 3
Tecnica mixta a base de arena, polvo de barrer, pigmentos y cola sintética sobre tela.
54 x 108 cm.
antoni socías, 1988







CRUDA
Pecado de oimisión 4
Tecnica mixta a base de arena, polvo de barrer, pigmentos y cola sintética sobre tela.
54 x 108 cm.
antoni socías, 1988







CRUDA
Pecado de oimisión 5
Tecnica mixta a base de arena, polvo de barrer, pigmentos y cola sintética sobre tela.
54 x 108 cm.
antoni socías, 1988







CRUDA
Se me está helando la punta del capullo. 1
Tecnica mixta a base de arena, polvo de barrer, pigmentos y cola sintética sobre tela.
54 x 108 cm.
antoni socías, 1988







CRUDA
Se me está helando la punta del capullo. 2
Tecnica mixta a base de arena, polvo de barrer, pigmentos y cola sintética sobre tela.
54 x 108 cm.
antoni socías, 1988







CRUDA
Aldortfer sigue sin hacerme caso
Tecnica mixta a base de arena, polvo de barrer, pigmentos y cola sintética sobre tela.
54 x 108 cm.
antoni socías, 1988







CRUDA
Memoria de especie
Tecnica mixta a base de arena, polvo de barrer, pigmentos y cola sintética sobre tela.
54 x 108 cm.
antoni socías, 1988







CRUDA
Memoria de la ingenuidad
Tecnica mixta a base de arena, polvo de barrer, pigmentos y cola sintética sobre tela.
54 x 108 cm.
antoni socías, 1988



CRUDA. Texto de Felipe Hernández, escrito en paralelo.
Para esto no hace falta cabeza. Al hombre que ha observado cómo su hijo comienza a cavar con su palita después de haber visto escarbar la pata de un perro, no le queda más remedio que armarse con un zapapico y un mazo para partir piedras. Al principio el hombre está perplejo; sólo percibe el frío y la vaciedad del inmenso salón de la casa que habita; sólo tiene conciencia de que ese espacio fue antes un muladar y antes aún receptorio de los monjes que lo construyeron. Más tarde, instigado por la mera fuerza bruta, empieza a imaginarse un gran abismo cuadrangular en el centro de la estancia desierta. Durante semanas permanece atento a los temas geométricos de las baldosas, sin llegar a pensar nada; eso, se da cuenta, no conduce a ninguna parte; descarga pues el primer mazazo contra el suelo, y respira al ver cómo éste se levanta y aparece la tierra descarnada bajo sus pies. Su mujer, sus dos hijos, contemplan desde la puerta el torso desnudo del hombre, que día a día va menguando en la profundidad de la zanja, hasta que sólo puede escucharse el estruendo del hierro contra la tierra desecada y la roca. No intenta comprender la actitud del hombre; a veces, tratando de no mirar al fondo del agujero, le echan comida. Tampoco lo inquietan con preguntas; la brutalidad de su trabajo es ya suficiente respuesta. De otra parte, los niños hallan una suerte de instrucción, inasequible a las palabras, en los aún toscos avances técnicos de su padre, quien, lentamente y a través de los meses, ha urdido un sistema de poleas para elevar los cestos con la piedra desmenuzada y una escalera de cuerda para subir él mismo. Cuando por fin se atreven a asomar la cabeza al foso se percatan de dónde procede el resplandor que surge de ahí por la noche; ven los largos hilos y las bombillas iluminando, a diez metros de profundidad, los estratos, las grietas, las aristas y la masa rocosa que su padre ha dejado al desnudo. No pueden apartar la vista, subyugados, de la áspera belleza de los ocres y los grises, que el tiempo y el remover del hombre irán granulando y recubriendo de líquenes y restos humanos y pisadas y arañazos. Pero eso acaba en cuanto el furor compele al padre a arremeter de nuevo contra las piedras y destruir la minuciosa geografía que había ordenado. Todo vuelve a empezar. Otra vez los niños se despiertan a medianoche con el estruendo de los mazazos, sólo que ahora éstos son más sordos y remotos, como si se originaran en sus propias visiones durante el sueño. Aun así, el transcurso de los días, semanas, meses no consigue aplacar su curiosidad hacia la tarea de su padre, al que ahora están viendo en cueros, diminuto, desenterrando una piedra azabache. Toda su distracción es contemplar el bullir y el desplazarse de la tierra ahí abajo, y creen estar obedeciendo a ese mismo ordenase y reordenarse del suelo cuando dibujan con tizones o excrementos por piso y paredes… Mientras tanto, el padre, cada vez que alza la vista, ve hacerse más estrecha la boca de la zanja, al tiempo que aumentan la perspectiva y las distancias a su alrededor; ahí abajo, se dice a sí mismo, la atmósfera es cálida, hay silencio –aunque a veces le parezca oír el flujo de los torrentes subterráneos- e incluso es posible encontrar piedras cristalizadas, vetas de mármol, huesos de animales… Tan sólo en contadas ocasiones le es preciso salir al exterior; entonces, su mujer le prepara platos exquisitos que él se limita a contemplar alineados sobre el mantel, para luego, con los ojos brillantes, lanzarse sobre los alimentos vulgares y primarios, crudos, a veces vivos. No tarda en regresar al fondo del hoyo, donde la luz es más intensa, y donde durante horas puede contemplar el oscilar de la las bombillas y el vaivén de las sombras de los guijarros que ha dispuesto en hileras a lo largo del suelo; también –recuerda entonces- ha colocado peladuras de patata, Manzanas mordisqueadas y pedazos de animales en ese espacio, y durante días ha llegado a creer que el suelo pugnaba por devorarlos; pero en todos los casos, antes de que él acabe de verlos o el suelo de engullirlos, éstos se corrompen: tiene la impresión, en estos momentos, de no ser más que una porción de terreno, y aguarda el seísmo que lo ponga en movimiento y abra una grieta inmensa, a partir de su hoyo, en el centro de ese continente figurado… Pero no es difícil ver lo inmenso en lo diminuto cuando se mira de cerca. Los mismos niños, a pesar de oír su voz cada vez más distante y observar cómo aumenta la profundidad del foso, escuchan los ecos de sus palabras como una masa coral de voces, y lejos de disminuir el cuadro que configura el fondo de la zanja, advierten cómo este se despliega y extiende sin mesura: el padre –se dicen aturdidos- está arañando las entrañas de esa tierra, y a ellos les parece que ahonda entre pliegues de su cerebro… Sólo que si les invade esa sensación –se les ocurre pensar ahora, notando un brusco vuelco en el interior de sus cabezas- es porque en realidad su padre permanece tranquilamente tendido sobre las baldosas del suelo intacto, mientras el perro, a su lado, escarba inútilmente con la pata trasera. Enseguida dejan de pensar. No hay nada que pensar, se dan cuenta mirándose: únicamente es preciso seguir contemplando esa parcela de suelo, e ir prefigurando con la mirada cómo los líquenes y los restos humanos y las huellas y los arañazos van cubriendo su superficie antes de ser desventrada por la mano paterna.





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